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HORACIO ROSATTI
MOLDE Y LA RECETA, EL

SUDAMERICANA

Con el paisaje, las costumbres y la vida social de la ciudad de Santa Fe de fondo, los protagonistas de esta historia intentan crear una constitución nacional, mientras el vaivén político de un país que no termina de lograr la unidad hace que el proyecto corra el riesgo de naufragar. En la primavera de 1852 un grupo de hombres navega el Paraná junto a Justo José de Urquiza y desembarca en la tranquila Santa Fe. Pronto deberán reunirse en el cabildo de la ciudad para crear una Constitución. José Benjamín Gorostiaga es uno de ellos; su misión es avanzar en la escritura de esa ley fundamental. Tiene el molde: la carta magna de los Estados Unidos. Hay que encontrar la receta justa en sus componentes y proporciones necesarias para lograr la organización nacional. La presencia de los convencionales revoluciona las costumbres. La siesta cambia de horario, la noche se agita con discusiones políticas, la vida social se intensifica y algunas señoritas se conocen con sus futuros maridos llegados de otras provincias. Las circunstancias de un país que no logra la unificación demoran la estadía y casi hacen naufragar el proyecto constitucional, que finalmente se salva en una histórica sesión que el artista Antonio Alice recreará en su pintura "Los constituyentes del 53" muchos años más tarde. Hombres como Gorostiaga, que pasaron a la historia, son protagonistas de esta novela. Y también lo son el paisaje, la brisa del río, los ritos pueblerinos, el calor, la humedad, el perfume de los naranjos, una plaza y una casa de dos plantas propiedad de un tal señor Merengo, en donde nacieron, para las mismas fechas, el texto de la Constitución Nacional Argentina y el popular alfajor santafesino. Con el respaldo de documentos y objetos de la época, además de relatos orales transmitidos de generación en generación, el autor reconstruye aquellos días cruciales, retrata el paisaje cotidiano de su tierra natal, hace más de 150 años y reconstruye escenarios que ya no existen, como el cabildo santafesino.

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Con el paisaje, las costumbres y la vida social de la ciudad de Santa Fe de fondo, los protagonistas de esta historia intentan crear una constitución nacional, mientras el vaivén político de un país que no termina de lograr la unidad hace que el proyecto corra el riesgo de naufragar. En la primavera de 1852 un grupo de hombres navega el Paraná junto a Justo José de Urquiza y desembarca en la tranquila Santa Fe. Pronto deberán reunirse en el cabildo de la ciudad para crear una Constitución. José Benjamín Gorostiaga es uno de ellos; su misión es avanzar en la escritura de esa ley fundamental. Tiene el molde: la carta magna de los Estados Unidos. Hay que encontrar la receta justa en sus componentes y proporciones necesarias para lograr la organización nacional. La presencia de los convencionales revoluciona las costumbres. La siesta cambia de horario, la noche se agita con discusiones políticas, la vida social se intensifica y algunas señoritas se conocen con sus futuros maridos llegados de otras provincias. Las circunstancias de un país que no logra la unificación demoran la estadía y casi hacen naufragar el proyecto constitucional, que finalmente se salva en una histórica sesión que el artista Antonio Alice recreará en su pintura "Los constituyentes del 53" muchos años más tarde. Hombres como Gorostiaga, que pasaron a la historia, son protagonistas de esta novela. Y también lo son el paisaje, la brisa del río, los ritos pueblerinos, el calor, la humedad, el perfume de los naranjos, una plaza y una casa de dos plantas propiedad de un tal señor Merengo, en donde nacieron, para las mismas fechas, el texto de la Constitución Nacional Argentina y el popular alfajor santafesino. Con el respaldo de documentos y objetos de la época, además de relatos orales transmitidos de generación en generación, el autor reconstruye aquellos días cruciales, retrata el paisaje cotidiano de su tierra natal, hace más de 150 años y reconstruye escenarios que ya no existen, como el cabildo santafesino.